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Austeridad: ¿qué es y por qué es tan importante?


Este artículo es el primero de una serie que trata el tema del valor de la austeridad. Nuestro objetivo es poder brindarte una guía en la que encuentres respuesta a las preguntas que te pueden surgir a la hora de educar en este valor, pautas sobre cómo cultivarlo y recursos prácticos en los que te puedes apoyar.

Si te interesa puedes descargarte la Guía Completa o leer cada uno de los artículos.

1. Austeridad: ¿qué es y por qué es tan importante? (estás aquí)

 

¿Qué entendemos por austeridad?

Aunque con frecuencia se enmarca la austeridad en el ámbito económico, nosotros consideramos que va más allá y que hace referencia al aprovechamiento de los recursos en general (dinero, propiedades, alimentos...) Por tanto, entendemos que una persona es austera y moderada cuando no despilfarra sus recursos, lleva una vida sencilla, sin demasiados lujos, y es capaz de poner límites a sus impulsos (compra, comida,...).

“Ser disciplinado significa haber asumido una cierta austeridad con uno mismo y los demás. Quiere decir estar emocionalmente educado.”

Victoria Camps

 

¿Por qué es importante practicar la austeridad?

Es frecuente escuchar que muchos de los jóvenes de hoy en día no valoran lo que tienen, que son poco agradecidos o que piden y piden sin ser conscientes del esfuerzo que hay detrás del dinero. Quizás en lugar de echar balones fuera, deberíamos preguntarnos: ¿Estamos, los padres y la sociedad, contribuyendo de alguna forma para que los jóvenes sean así?

Educar en la austeridad es muy importante por muchas razones. Veamos las principales:

Nos ayuda a autorregularnos

La austeridad nos enseña a frenar nuestros deseos de tener más, de comer más o de hacer más. Cuando tenemos integrado este valor, conseguimos ser más moderados y menos impulsivos. Nos dejamos llevar menos por nuestras emociones y más por nuestros objetivos. Al practicar la austeridad somos menos caprichosos y más capaces de posponer las gratificaciones inmediatas.

Valoramos más las cosas

El exceso de cosas nos anestesia y sacia perdiendo la capacidad de disfrute, cuidado y de agradecimiento por lo que tenemos. Lo cotidiano lo dejamos de valorar rápidamente y con lo que es más especial, nos termina por ocurrir lo mismo. Sin embargo, cuando nuestra vida es sencilla podemos ser más conscientes de lo afortunados que somos porque tenemos menos distracciones y gestionamos lo que tenemos de una forma más eficaz. Una casa cálida en invierno, agua potable que sale del grifo, ropa más que de sobra para vestirnos, seguridad en las calles...

Toleramos la frustración y los fracasos mucho mejor

El día a día de los pequeños es un entrenamiento para llegar preparados a la vida adulta. Decir no de vez en cuando a las demandas de tus hijos, es una forma de ayudarles a tolerar mejor la frustración. Es un momento excelente para educar. Y ¡cuidado! esto no tiene nada que ver con el coste o la cantidad de lo que nos piden. Si hemos decidido que solo hay regalos en determinadas ocasiones, aunque lo que quiera cueste 1 euro, deberíamos decirles que no. O si lo que nos pide es otro dulce y hemos quedado en que sólo se puede comer uno, también tendríamos que decirle que no.

Somos más generosos y responsables

Cuanto más consumimos, más queremos y más nos cuesta desprendernos de las cosas. Es un círculo en el que nunca dejamos de desear y de “necesitar”. Pero cuando aprendes a vivir con menos y comprendes que son pocas cosas las que realmente precisas, estás más abierto a compartir con los demás. Nos desapegamos más fácilmente de esas posesiones y encontramos el verdadero bienestar en disfrutarlas con los demás.Por otro lado, está forma de caminar por la vida nos permite valorar lo realmente importante y nos impulsa a ser más responsables con todo lo que tenemos.


 

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